martes, 27 de marzo de 2012

El cuento de Cenicienta en la vida real





Creo fehacientemente que la madrastra del cuento de Cenicienta, no era mala. Que la trataba así porque quería que fuera valiente y solo tratándola con dureza podría afianzar su personalidad y hacer de Cenicienta una mujer con ideales y carácter.



Cuando conocí a Maribel, fue de una forma bastante extraña y no era la mujer que volví a ver 4 años después. Maribel había perdido su mirada de niña y había ganado una mirada profunda de mujer que acompañaba a la experiencia que ya se veía en sus ojos y en su andar. Casi automáticamente se convirtió en una madrastra para mí, me dijo de todo, me hizo llorar miles de veces, pero también había momentos donde su mirada y tono de voz eran dulces, donde sentía que tenía ganas de abrazarme pero no lo hacía y gracias a eso, yo soy otra ahora.


Recuerdo claramente y de memoria una de sus conversaciones que me dejó totalmente deshecha “…No me das pena, tal vez antes si, ahora no. Quieres ir llorando por el mundo y que las personas te tengan lástima ok, pero yo no te tengo lástima. Si quieres tírate al suelo, ponte a llorar, sigue así mamita, pero a mi tu no me das pena…” Juro que en ese momento solo necesitaba un abrazo pero ella no me lo dió, me miró fijamente y con cólera, luego salió de la habitación…y yo, no sé por qué razón, si por rabia o por orgullo, me sequé las lágrimas y me juré no llorar tan intensamente por un hombre, nunca más.


Ella, no sé si por carácter o convicción, me cambió en tres meses, nadie había hecho eso conmigo – o como dicen tal vez era yo quien no quería cambiar- pero ella con cualquier cosa menos ternura hizo que yo diera mis primeros pasos en la seguridad de sentirme sola y por primera vez sentirme tranquila de estarlo. Junto a esa madrastra iba la hija Carolina, que a diferencia de la madre solía ser sutil y agradable. Aconsejaba cuando debía hacerlo, reía si debía, escuchaba callada y atenta y al final cual juez daba un veredicto, ni grave ni suave…era como ir a firmar el cuaderno de los acusados cada fin de mes. Carolina apareció en mi vida hace cinco meses y puedo decir que es una buena amiga, alegre y optimista, que es lo que necesito alrededor. Su alegría es como vitamina para mí, es demasiado contagiante.


En la historia original de Cenicienta también está el hada madrina, y ella indiscutiblemente es Karina. Una amiga que conocí hace exactamente seis años y quién es casi una hermana para mí. Ella a diferencia de Maribel, es quien me ha dado el hombro siempre que llegaba llorando desconsolada a sus brazos, quien me escuchaba hasta altas horas de la madrugada y con quien converso todos los días y se ha vuelto mi inseparable. En mi casa ella tiene la plena facultad de llamar a la hora que desee y conversar horas de horas sobre trabajo, penas, fracasos, alegrías, recuerdos y nostalgias. Karina y yo conocemos las historias de ambas, absolutamente todo, no tenemos secretos porque nuestra amistad llegó al extremo de la confianza plena y total.


A veces el destino te pone pequeñas pruebas en el camino y ayer superé una a la cual le tenía mucho miedo, pero me di cuenta que sí, que Fito Páez tiene razón: Que es una cuestión de actitud. Ayer comprendí que lo que me decía mi abuelita era cierto, que todo muerto tiene su tiempo para velar, enterrar y llorar. Yo no sé si habré enterrado a mi muertito pero al menos sé que él ya no es el sol para mí y ya no giro sobre él, que ayer pude superar mi temblor de piernas y mi nudo a la garganta y que por primera vez puedo estar en el mismo lugar y estar tranquila.



Esa tranquilidad no hubiera llegado a mi vida sin personas como Maribel, Carolina y Karina, quienes siguen estando ahí, y sé que no me dejarán caer si tropiezo. Aunque he decidido no volver a tropezarme en los mismos lugares, porque las cicatrices duelen y tardan en cerrar, pero lo mejor de esas caídas, es que nunca te dejan olvidar lo que pasó. Y por eso estoy aprendiendo a caminar de nuevo, porque solo así me fijaré detalladamente donde piso, y si me caigo se que miraré bien en dónde fue para no volverme a caer si es que paso por el mismo lugar, porque ahora estoy en mi etapa Cenicienta...y el traje andrajoso que tenía ya no está más.

1 comentario:

Juan dijo...

Una apreciación bastante sabia, un enfoque que trae una enseñanza quizas un poco accidentada pero hoy en dia da sus frutos, frutos que en adelante traeran semillas que esta vez si daran flores que adornen todo tu camino.