miércoles, 14 de marzo de 2012

Enrique Bunbury, mi principio y mi fin



(Crónica completa sin guardarme mis detalles).




Enrique Bunbury, es para mí, una historia aparte en la música. Y es que un artista suele ser una historia en el mundo de una persona si es que ha significado parte de su infancia o adolescencia, o momento mágico de un recuerdo en la memoria. Bunbury es eso para mí, es parte de mi historia, como lo es Gustavo Cerati y Andrés Calamaro, ellos tres son mis ‘mosqueteros del rock’.

Cada uno ha estado en un momento crítico de mi existencia, pero Bunbury es un tema aparte para mí. Bunbury es el ‘Alfa y Omega’, el principio y el fin. Con el le dije hola a un ser que ame con todas las fuerzas de mi corazón y con el mismo también decidí decirle adiós. Por eso creo que cubrir ese concierto era tan importante para mí y a su vez tan trágico.

Ese miércoles 07 de marzo escuché a La Guardia Vieja, los teloneros que el propio Bunbury eligió para que lo antecedieran, desde los exteriores del Centro de Convenciones del Hotel María Angola. Habíamos llegado atrasados y toda la prensa hacía filas para ingresar a cubrir el evento. En exteriores el público se ‘sazonaba’ con cervezas, cigarros, chicles. Las parejas se abrazaban, los amigos cantaban para ir calentando gargantas previo al concierto de las 9:30 p.m. aún eran las 8:03 p.m. las colas eran largas, rodeaban todo el local y continuaban doblando la esquina hasta llegar al estacionamiento del lugar y más allá seguía creciendo.

Cuando ingresamos al local nos acreditaron con una cinta de la productora Kijada Records, mientras nos indicaban las ‘reglas del juego’, solo se podían grabar las tres primeras canciones del concierto, después nada y al término mismo de la tercera canción, cámaras afuera, órdenes eran órdenes, así que con caras largas, los colegas aceptamos. Claro que luego de sacar las cámaras los periodistas podíamos regresar a disfrutar del concierto como cualquier mortal y olvidarnos del informe para nuestros respectivos trabajos.
Kijada Records empresa coproductora del evento, se unió a Zafiro Internacional para aunar esfuerzos y traer al ex vocalista de los Héroes del Silencio, quien apareció prácticamente puntual. Su concierto estaba programado para las 9:30 p.m. y él salió al escenario a las 9:32 p.m. sorprendiendo a todos los asistentes que estamos acostumbrados a que los artistas hagan su aparición hora y media después de cómo está programado el espectáculo.
El instrumental El Mar, El Cielo Y Tú fue el tema que dio inicio al concierto del Licenciado en Cantinas, como el mismo Bunbury se autoproclamó en una entrevista donde le preguntaron ¿por qué el nombre de Licenciado Cantinas? para esta producción discográfica. A lo cual el mencionó que en lo único que se había licenciado era en las cantinas y en su recorrido por ellas.

El Mar, El Cielo y Tú, me trajo muchos recuerdos, recuerdos de la última vez que vi a este ser que había amado tanto. Nos vimos en el mar, después de mucho tiempo, el habló y habló, y yo como siempre me quedé petrificada viéndolo. Me besó, yo le respondí y le dije que sería la última vez que nos besaríamos. Había decidido no sufrir más por el, cuatro años eran suficientes.

Luego de ello siguieron los temas Llévame y El Solitario (Diario De Un Borracho), calentando lo que depararía este concierto donde una calavera nos miraba a todos desde el final del pedestal del micro con que cantaba Enrique. Si, había una calavera al final del parante del micrófono –no sé si real o ficticia, no se apreciaba desde mi ubicación- pero hacía juego con las otras calaveras estampadas que envolvían el parante del cantante y la indumentaria negra con estampados en llamas con la que se presentaba Bunbury en el escenario.

Mientras tanto, yo recordaba una de las canciones que cantaba a todo pulmón en mis reuniones con los amigos de la cuadra. Una sonrisa se dibujó en mi boca. El famoso Diario De Un Borracho sonaba tan distinto al que yo cantaba y bailaba. La cumbia de Alfredo Gutierrez era la que yo había oído por primera vez y era una versión muy distinta a esta. Era la misma letra pero la melancolía que le ponía Bunbury no tenía nada que ver con el jolgorio con que yo bailaba esa canción cuando tenía 22 años.
“…Voy a escribir en mi diario/ Que voy vagando por el mundo/ Ay que dolor tan profundo/ Vivir triste y solitario/ Se que nadie me quiere/ Solo con mi pensamiento/ Ay con tanto sufrimiento/ Así cualquiera se muere…” “…Si me besan y me entregan su querer/ Se me alejan para hacerme un infeliz…” no negaré que grité esa canción recordando a cada infeliz que llegó a mi vida para desgraciarla, ¿cómo no cantar una canción así con sentimiento? No era solo yo, todo el público cantaba con esa misma emoción y liberé con El Solitario (Diario De Un Borracho) mis demonios del pasado, mientras que Enrique Bunbury saludaba por primera vez a su público con un “Buenas noches Lima, presento Licenciado Cantinas”, generando la loquería de los asistentes.

Hay que dolor más profundo/ Vivir triste y solitario... nadie sabe eso más que quien lo vive. Y yo para mis 31 años he tenido una vida bastante solitaria. tal vez por eso entiendo a quienes se emborrachan, tal vez por eso yo también me emborracho. El hecho de salir de la realidad a través de la cerveza puede ser un ansiolítico bastante comprensible.

Desde la ubicación de la prensa (tercer piso) se podía apreciar todo, tenía una vista panorámica del local y por supuesto del escenario. El público se calentaba gritaba “Enrique, Enrique, Enrique” al estilo de los coros en el estadio y Bunbury solo miraba, incrédulo, de recibir tanto cariño después de tanto tiempo. -Recordemos que Enrique Bunbury no regresaba a nuestro país desde el año 2009-. Fue ahí cuando dio el segundo saludo al público, diciendo “Es un orgullo para mí compartir escenario con la música criolla”. Lo cual obviamente generó el griterío de la fanaticada, los aplausos y nuevamente el coro de “Enrique, Enrique, Enrique” que se hizo presente en diversos momentos del espectáculo. Toda su fanaticada lo venía a ver luego de tres largos años, y si bien es cierto todos querían escuchar algo de los Héroes del Silencio, eso no significaba que no gritaran y cantaran las canciones de su etapa solista, todo el público gritaba cada canción demostrando que era el público que sigue al ‘Enrique músico’ y no al ‘Enrique Héroes’. Eso quedó demostrado cuando todo el local del Hotel María Angola retumbaba con el cantico de La Señorita Hermafrodita y El Extranjero, y ahí en ese preciso momento que el público estaba salivando adrenalina pura, Enrique nos regala Ódiame y esa fue también la clave para sacar a todos los periodistas. –No podíamos quejarnos, nos habían dicho tres canciones y nos dejaron grabar cinco, pero la verdad, esa era la canción que todos los periodistas peruanos estábamos esperando, la canción peruana que suena más ahora, gracias a Enrique Bunbury. Pero ni modo, como suele pasar en el fútbol ‘Jugamos bonito pero perdimos’, nosotros ‘Grabamos bonito pero nos sacaron’-. Podría asegurar que todos los periodistas salieron cantándome Ódiame, pero a los organizadores del evento por tal injusticia.

“…Si tu me odias quedaré yo convencido de que me amaste mujer con insistencia/ pero ten presente de acuerdo a la experiencia que tan solo se odia a lo querido/ pero ten presente de acuerdo a la experiencia que tan solo se odia a lo/ querido...” las más de dos mil personas gritaban esta canción como himno, casi casi con locura, ¿Quién no ha sentido la letra de esa canción y la ha pedido incluso? A mí me han dicho que no me odian, eso significará que ¿no me amaron?, me decía un chico que estaba al lado mío en el concierto. A mí tampoco me odian o bueno eso es lo que me han dicho le respondí yo, nos pareció graciosísimo y nos reímos.

Yo cantaba casi pidiendo mentalmente que me odies, que me odies con toda tu alma, para confirmar que alguna vez me quisiste algo, aunque sea un poquito...que no fuí una más en tu lista casual del amor, que las veces que habíamos estado juntos, tu eras sincero. Pensaba, ojalá tengas algo de odio por mi...eso significará que me amaste siquiera un poquito.

Luego del éxtasis llegó Los Habitantes del álbum del 2010 Las Consecuencias, con el cual dio la leve sospecha que tal vez podría interpretar más álbumes anteriores e incluso –algunos avezados mencionaron la posibilidad- de los Héroes del Silencio. Y yo entré en shock.

No quería escuchar al Bunbury Héroes, no lo hubiera podido soportar. Héroes del Silencio fue lo que escuchamos la primera vez que yo hice el amor y el tuvo sexo. Héroes nos había marcado, había marcado nuestra pequeña historia de...algo...no sé como nombrarlo...ahora ya no lo sé. Pero estaba segura de que no podría escuchar a los Héroes, me quebraría, ya de por si estaba quebrándome, sino fuera porque mi amiga me regresaba a la realidad apretándome el hombro o diciéndome : ¿Estás bien?. Héroes del Silencio me traía a la mente Senda, En nombre de guerra, La Carta...y tantas otras canciones que habíamos escuchado juntos...que habíamos bailado, abrazándonos, mirándonos a los ojos, besándonos con ternura. Pero Orfeo me regaló misericordia y no dejó que Bunbury llegara con algo de los Héroes...para la tranquilidad de mi alma...que de por si ya estaba atormentándose con ese concierto.


Siguieron Big-Bang, No Me Llames Cariño, Ánimas, Que No Amanezca, Solo Si Me Perdonas, y con cada una yo seguía mi recorrido al pasado “…Cuando buscaba tu boca, el viento se llevaba mis besos/ se estrellaban contra una roca de obsidiana pura/ dejándome el alma rota, llenándome de amargura…”, escuchar No Me Llames Cariño fue una catarsis para mi, un dejavú, no pude contener derramar una lágrima -y es que a diferencia de todos los mortales que estaban en ese local al igual que yo cantando y recordando a que chica o chico le cantaron esa canción. Yo pensaba en mi mamá, a la cual le cantaba mil veces esa canción pidiéndole tiempo, diciéndole escúchame, rogándole hazme caso-.


Como sufría con esa canción cuando tenía 15 años. Recuerdo que cantaba siempre: Cuando buscaba consuelo, tú no me escuchabas/Nunca era el momento para mis depresiones/Demasiados lamentos, demasiadas discusiones... Esa canción era como gritarle a mi madre: No me llames cariño ahora que soy grande, ya no necesito de tus mimos, ya no tengo 6 años, ni 12...ahí te necesitaba, ahora no necesito caridad. Ahora cada uno en su lugar.



Y llegó Sácame De Aquí, material perteneciente al álbum Flamingos, el más exitoso de su carrera. De este emanan canciones como Lady Blue, Enganchado a Ti, Hoy No Estoy Para Nadie, ....y Al Final.

Todos gritábamos a rabiar “…Hubo un momento en que pudimos/ Decir que no, que lo sentimos/ Nos debimos confundir/ Escribiremos nuevas reglas/ Esta es la primera de ellas/ Está prohibido prohibir…”. Está prohibido prohibir me decía mentalmente, está prohibido decir no puedo, no lo haré, no me siento bien, ahora me cantaré Sácame De Aquí a mí y no esperanzarme en otro ser humano, así sea mi madre, porque como ella misma siempre me dice: algún día te faltaré, aprende a vivir sola.


Para ese momento ya había remembrado demasiado, muchas cosas habían salido a la luz después de años en el caso de mi madre y con otras canciones había recordado a alguien que luego de amar años había decidido olvidar en meses.


Siguió Que Tengas Suertecita, la cual canté con furia tal que mi amiga atinó a abrazarme, había comprendido el mensaje: desgraciado ojalá tengas suertecita. “…que te conceda la vida/ cada día lo que mereces…”. Debo reconocer que disfrute cantar sarcásticamente Que Tengas Suertecita, así como disfruté cantar El Día De Mi Suerte de Willie Colón o Héctor Lavoe, en la versión rockera de Enrique, que hizo de esta salsa una nueva sensación, sobre todo para los que no somos muy amantes de ese género musical.


Del álbum Las Consecuencias, llegó otro tema nuevamente, esta vez sonaba De Todo el Mundo, y yo recordaba la imagen de quien cantaba esa canción casi como un himno, e instantáneamente me recordaba a mí, cantando la siguiente canción Sí “…esa ternura incierta, aunque me muera en ella/ cada frase con sigilos, cicatriz en melodía/ si no existe huella, y tu carta me nublo…”, “…Y aunque sea solo un gesto/ un guiño solo un beso, inténtalo una vez/ o antes de cada cita mi deseo es que me digas/ siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii…”.


Si cariño, mi vida, criatura de rubí, como te quería, como te quería, me decía yo mentalmente. Una canción de autoestima perfecta que bien puede ser cantada a uno mismo, al aprendizaje de conocerse…y porque no a ese ser que se ama. La canción terminó mientras yo me quebré, a pesar de que aquella es una canción bastante alegre. Mi amiga se preocupó -imagino- porque me preguntó esta vez: ¿Te encuentras bien? A lo que respondí con el Siiiiiiiii del final de la canción. Quien ha entendido el verdadero significado de esa canción, sabe de lo que estoy hablando.


Sabe lo que es tener el corazón destrozado y de verdad querer cantar: ¿quién pudo ser?, quiero que seas tu. Dimelo, dimelo otra vez, por clemencia por favor, quiero que seas tu... Tal vez no existas ante la duda de un si. Que canción Bunbury te mandaste con esa. Aquella canción fue mi canción de autoestima y mi canción de amor.


La siguiente letra traía a mi primer enamorado a la mente, y es que él era El Hombre Delgado Que No Flaqueará Jamás. Mientras, yo cantaba aquella estrofa que me gusta mucho por estos días “…Es hora de elegir de morir ajusticiado o jubilado/ y sacudir el aire de los pañuelos de celofán/ y decir adiós a los que se van/ extrañas lealtades compartiendo intimidades…”. Fue así como supuestamente finalizó el concierto para dar paso nuevamente al grito cariñoso de “Enrique, Enrique, Enrique”, con el cual se llevó nuevamente al escenario al rulado cantante de cuarenta y cuatro años que se sigue viendo de treinta, para alegría de todas las féminas –me incluyo-.


Bunbury regresó a la plataforma ataviado de un polo deportivo ceñido – el cual resaltaba su bien cuidada figura para sus 44 años- aquel polo decía: Perú. Así se volvieron a encender las luces azules, moradas y rojas que lo acompañaron en todo el show del tour Licenciado Cantinas, mencionando que venir a Perú siempre es una alegría, que nuestro país es una gran influencia para él, confesándonos que su disco del año 2004 El viaje a ninguna parte tuvo la influencia peruana. Dicha declaración definitivamente coronó el concierto de esa noche para los seguidores amantes del buen Enrique Bunbury, quién remató al público ya emocionado, diciendo “Esta es una de las canciones que escribí en las carreteras de su país, que siento como mío”, dando paso así a Canto (El Mismo Dolor).


Desde que escuché esa canción me encantó, hubiese querido tener la valentía de decir algún día: Canto porque no quiero dar explicaciones, no tengo soluciones/para que tanto preguntar/salto de cama en cama, de boca en boca,de falda en falda. Tengo las mismas penas con las heridas abiertas que siguen sin cicatrizar. ¡Que canción para salvaje por Dios! Es enserio.


Luego vino Porque Las Cosas Cambian e Infinito para finalizar nuevamente el concierto pero el público seguidor de su música no le creyó el final. Todos esperaban la canción que de verdad cierra los conciertos de Enrique …Y Al Final, así como los conocedores de Andrés Calamaro saben que el cierra la mayoría de sus presentaciones con Paloma.


Y así, los espectadores no se movieron, coreaban nuevamente el “Enrique, Enrique, Enrique”, que se escuchó en las dos horas de concierto que nos regaló este extraordinario músico. Y Bunbury regresó por tercera vez al escenario para cantar Vida del álbum Licenciado Cantinas “…Pensarás con todo lo que has hecho/ Que a mi ser podrías sofocarlo/ Para así sentir en ti toda satisfacción/ Pero ya ves que no es así, ni lo será...”. Como disfrute esa letra, la convicción que uno tiene frente a algo, nada ni nadie la puede quebrar.


Cantaba a voz en cuellos: Se que yo soy uno más de tus viles acciones, soportarte es mi lema para ver tu final. Adiós depresión te gritaba con esta canción, adiós maldita pena. Como te gritaba esa partecita que dice: Pensarás con todo lo que has hecho/ que a mi ser, podrías sofocarlo/ para así sentir en ti toda satisfacción/ pero ya ves que no es así, ni lo será. Ya no más mi querida depresión, ya no mas en mi vida. Te dije adiós, porque merezco vivir con alegría, te dije adiós porque ya empecé por fin, a vivir la vida. Te dije adiós porque inicio un mundo nuevo.


Eran las 11:40 de la noche y Bunbury cantó la canción que todos esperaban para poder ir en paz a casa, …Y Al Final. Un mar humano y yo cantábamos a todo pulmón “…Permite que te dedique la última línea/ no importa que te disguste esta canción/ así mi conciencia quedará más tranquila/ así en esta banda decimos adiós…” yo me quedo con aquella partecita donde se dice adiós de la manera en la que lo hacen los valientes, dando la cara, no escondiéndose, como dice la canción “…así se hacen las cosas en mi familia/ así me enseñaron a que las hiciera yo…” pero al final terminas cantando con más fuerza “...y al final/ te ataré con todas mis fuerzas/ mis brazos serán cuerdas al bailar este vals/ ...y al final/ quiero verte de nuevo contenta/ sigue dando vueltas si aguantas de pie…” pareciera que el público le cantara a Enrique, le dijera: No te vayas, quédate siempre y el recíprocamente le devolvía el amor a través de su música y con un ¡¡¡Muchísimas noches y buenas gracias!!!! Para desaparecer del escenario.


Yo recordé que también cantaba: No te vayas, quédate siempre, siempre…pero a diferencia de Enrique, a mí no me escucharon. Y entonces me quedé con aquella partecita retumbando en mi cabeza “…Permite que te dedique la última línea/ no importa que te disguste esta canción/ así mi conciencia quedará más tranquila/ así te digo adiós…”. Enrique Bunbury fue mi ‘Alfa y Omega’, el principio y el fin, con el alguna vez hace mucho tiempo reí a carcajadas y luego lloré a mares, escucharlo era recordar, pensar en alguien, que me había marcado la vida de algún modo, que aún siento me marcó la vida de algún modo.

Esa parte que dice: Permite que te invite a la despedida, no importa que no merezca más tu atención, así se hacen las cosas en mi familia, así me enseñaron a que las hiciera yo. Es muy cercana a mi. Mi padre jamás me enseñó a decir adiós sin retirarse como los machos, y en todo lo que he hecho en mi vida siempre aprendí a decir adiós si decidía irme.


Con Enrique Bunbury alguna vez te dije: hola, y con el mismo Bunbury, te digo: adiós.



No olvidaré nuestras risas en tu cama, tu boca recorriendo mi espalda, mis manos abrazándote por detrás de la espalda, juntándote a mi, viéndote: cariño, mi vida, criatura de rubí. Sueles verte tan indefenso algunas veces y yo siempre jugué a ser tu salvavidas, pero como digo aquí, no olvidaré nuestras risas en tu cama, pero eso no significa que no me olvide de ti. Decidí cantarte son cosas olvidadas y aunque no la escuché en el concierto, hace mucho tiempo lo decidí así.


Eres parte de mis cosas olvidadas, que si, es cierto, vuelven desteñidas, pero en la soledad de mi vida, solo abre la herida del corazón, pero el corazón cicatriza, demora, pero sana al final.



Catarsis terminada, gracias Licenciado Cantinas, rulado Bunbury.

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